Los conflictos familiares, entendidos como procesos de desarmonía entre los miembros de una familia, ocurren en todas y cada una de las familias por muy buena relación que tengan sus miembros. Cualquier grupo o conjunto de dos o más personas puede tener, en determinados momentos, disparidad de opiniones. Esta disparidad puede dar lugar al conflicto. Si no se resuelve bien, puede debilitar las relaciones entre sus miembros.

La psicología familiar pretende enseñar a las familias estrategias de resolución de conflictos para que estos conflictos no lleguen a suponer un problema que enturbie la relación entre sus miembros (en este caso padres-hijos). La manera de solucionar los conflictos del día a día indica cómo son estas relaciones, al mismo tiempo que deja entrever la personalidad de cada miembro de la familia.

El diálogo y la negociación son las herramientas más adecuadas para el crecimiento familiar y la resolución de conflictos.

Los padres cumplen un rol fundamental, ya que son los encargados de generar ese diálogo desde una actitud tolerante y abierta a las distintas demandas.

Esto redundará muy positivamente en la salud mental de la familia, pero también en el logro de autonomía y en la capacidad de establecer relaciones responsables.

La salud mental de la familia es una cuestión de todos. En la medida que cada miembro de la familia se sienta mejor consigo mismo y encuentre ámbitos en los que realizarse como persona, eso repercutirá en la salud mental de todos.

 

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